En este proceso de reformulación del autoconcepto de docente, retomo de mis compañeros la necesidad de apoyar a mis alumnos en su proceso de aprendizaje "a través de toda la vida", el cual lo defino como acompañarlos en su proceso de adquisición de conocimientos, destrezas, habilidades, actitudes y valores que pueden aplicar en su vida cotidiana y a través de múltiples escenarios y circunstancias.
Una de mis áreas de oportunidad en el campo presencial es implementar en el aula actividades de aprendizaje colaborativo (no entender como trabajo en equipo) ya que la socialización del conocimiento es uno de los puntos a reforzar.
En el ámbito de docente en línea, debo profundizar en las retroalimentaciones de los alumnos, incorporando más recursos educativos que complementen los ya establecidos en la plataforma con el fin de lograr estas nuevas habilidades y destrezas que tanto han mencionado mis compañeros en este foro.
En otro orden de ideas, creo que para ser llamado docente o, mejor aún maestro (ya que es muy raro que un alumno nos llame "docente") primero debemos tener discípulos. Antes de querer enseñar debe haber alguien que quiera aprender.
Discípulo es alguien que necesita aprender algo para seguir su propio camino. Como a todo maestro se le mide por sus discípulos, se hace necesario definir qué se entiende por discípulo, para tener en cuenta qué se entenderá en consecuencia como maestro.
No todo educando es discípulo. Discípulo es todo aquel educando que participa en forma activa en su propio desarrollo y aprendizaje. Es imposible que un discípulo desarrolle un aprendizaje en un campo incompatible con su identidad.
Si se cree en el mejoramiento de la especie, si se considera que existe la posibilidad de que el hombre evolucione hacia una especie distinta y mejor, será posible creer que un discípulo superará a su maestro. Lo va a superar porque partirá de la síntesis a la que llegó el maestro, y desarrollará a partir de su propia inserción en la realidad, una síntesis distinta y evolutivamente mejor. De esta manera, todos los que de alguna forma se consideran maestros, necesitan tener la certeza de que los discípulos los van a superar. El éxito del maestro se verificará en el momento en que el discípulo lo supere. Esta superación es la evidencia máxima de la maestría. Es la "prueba de fuego" en la que se demuestra que un maestro es tal.
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